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Rugiras las ansias de Metal
Centro Comercial 20 de Julio
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Chaos Echoes

Si una de las grandes decepciones del 2010 fue sin duda alguna la noticia de la separación de Bloody Sign, banda que muchos hemos seguido muy cerca desde su primer álbum, el recibir la noticia del señor Kalevi Uibo anunciando la nueva encarnación que surgía de dichas cenizas y su primera edición discográfica tuvo un efecto proporcionalmente inverso. En Chaos Echoes (nombre del tercer y último trabajo de Bloody Sign) encontramos de nuevo a los dos hermanos Uibo, Kalevi e Ilmar, junto a Etienne Testar (Children Of Doom, Eviscerated) y Stefan Thanneur, y según nos cuentan sus dos creadores formaron Chaos Echoes con la intención de llevar su Death Metal hacia un agujero negro de improvisaciones, psicodelia y trance. Para darse a presentar, estos cuatro músicos franceses debutan con un primer mini álbum (de treinta y nueve minutos, todo sea dicho) que a primera instancia se autoeditaron en formato CD presentado en una especie de digisleeve con un diseño realmente especial y vistoso, coronado con un obi al estilo de las ediciones en CD japonesas , aunque no hace tanto la francesa Debemur Morti anunció la edición de este trabajo en formato vinilo, además del fichaje de la banda. Pero lo que todos nos preguntamos (o al menos los que la seguimos en su momento a Bloody Sign) seguro que es si estos señores han dado continuidad a la progresión que tuvo el sonido de su banda anterior. La respuesta es compleja, porque no puedo decir ni que sí ni que no de una manera estricta. No se puede negar que hay mucho del espíritu y la manera de entender el Death Metal que tenían Bloody Sign en Chaos Echoes (sobretodo si nos referimos a su tercer álbum), pero las seis composiciones que incluye esta obra no se podrían encuadrar única y exclusivamente dentro del Death Metal. Sería una restricción enorme hacer tal calificación en este caso teniendo en cuenta que tanto en la técnica como en el espíritu se podrían ver pinceladas que podrían ir desde dicho estilo en su faceta más pesada y atmosférica hasta ese Black Metal disonante y falto de humanidad que encontramos en la escena francesa o el Doom, Sludge o Drone más sofocante, siempre desde un marco profundamente experimental tanto a nivel compositivo como de sonido. De hecho, el sonido es uno de los apartados más importantes del disco, y también de los que más sorprenden en una primera escucha de “Chaos Echoes”, al tener un efecto tremendamente sofocante y frío sobre el oyente, cargado de graves pero con unas melodías ruidosas y saturadas, con un apartado rítmico que golpea de manera casi más propia de una maquina, monótono, reverberante e intensísimo, y unas cuerdas que parece que esten cubiertas de oxido. La grabación en sí, que realizaron en Colmar con Guillaume Schleret ya debió ser particular de por sí misma, imagino que consiguiendo un resultado lo más natural y orgánico posible, con un efecto de reverberación que parece más bien el resultado de una habitación particular que no de un pedal. Pero sin duda el haber trabajado con Patrick Engel y sus Temple Of Disharmony habrá tenido que ver (especialmente en esa sensación de continua disonancia que comentaba antes) si tenemos en cuenta que de ahí han salido grabaciones de Katharsis, Venenum, Eternity, Hatespawn o Hellish Crossfire, entre muchos otros. El aspecto de la composición se hace notar especialmente por una cohesión muy lograda entre unas partes y otras, sus progresiones y el efecto que tienen los temas (e incluso el disco) en su completitud, manteniendo una preferencia por lo instrumental, y por dejar que los acoples o las colas de cada riff se dejen notar, con pocas aportaciones vocales (muy localizadas) y sobretodo un efecto compactísimo al ir todos los instrumentos a la par a la hora de golpear con fuerza o, al contrario dejar, respirar el ambiente. Y desde luego se notan esas ganas de experimentar que tenían, porque hay momentos muy libres, donde se dejan llevar bastante por el ruidismo, especialmente las guitarras, que pueden llegar a dar la impresión de estar escuchando un disco de psicodelia setentera cargadísimo de distorsión. Otro de los grandes discos que nos deja el 2012, un año francamente espectacular en estos terrenos.

 
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